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miércoles, agosto 17

en un alivio

antes de dormir.

Se ha quedado todo en un charco inundado de enanitos sedientos.

Pisando fuertemente el suelo y con expresión de haber visto apalizado un perro, mi mente se iba cerrando sin dejar escapar inocentes, niños o ancianos, tan solo una pizca de sentido común ( al parecer, compartido poco), que me permitió expresar parte de mi forma sofisticada tipo babuino. Por lo demás, solo eran batidos de corazón y pataleos neuronales repartidos por piernas, puños y boca. Esto más unos perdigones que sobraban por los ojos, señalarían el fin de la discusión, de comunicación coherente, dejando paso a una conclusión triste y vergonzosa de la persona valiente que se enfrentó a la realidad del momento. La cabeza por dentro se revolcaba de la impotencia, gritaba y reivindicaba su turno de palabra y su defensa, pero el alboroto formado por la colisión del inmobiliario animal silenció cualquier respuesta inteligente o comprensible. Solo ¿solo me parece? esperaba que Vi o quien fuese aquel muchacho en la ventana descifrara mi futuro, y aun inexistente en el momento, pensamiento de pura tristeza enfadada. Y la mentira era que que esperaba algo, que viniera a buscarme para no volver sola andando, ya que no sería la primera vez. Insolente inmadura niñata o inocente pobre ignorante.
Respire hondo muchas veces mientras bajaba a la calle y el aire desconocido de esta me impuso frío en el cuerpo, pero mi huellas siguieron calientes en la pared dura de la habitación, imposible abrazar a un bebe. Solo respondían mis manos para arañar el muro que andaba aprisa a mi lado huyendo de mi mal estar y cuando conseguía entreabrir las compuertas de mi cerebro humano, en seguida, ese alo de consciencia recorría todos mis poros hasta abocar cada estremecimiento por mil lágrimas penosas. Y así se volvían a correr las cortinas con la verdad bien escondida.
En un paseo circular, con el aire del océano en el cuerpo, conocí mi energía descontrolada y mi poder descontrolado. Yo tenía que consolar ambos compañeros para volver a casa y poder hacer cosas normales. Un hombre, incomodado, sin duda, por mi estado alterado y joven, me observaba sentado en el banco y yo le miraba con los ojos agotados.
Hoy, aún, no podría demostrar una forma adecuada, aún llorando mi libertad de pensamiento, cuando me sumerjo, únicamente de forma destructiva, en un charco enfermo que solo ahoga cuando se pisa con la cara. Como recompensa puedo tocar tu resplandor que viajó hasta hoy para mostrarme como fue en el pasado. Una actitud enfermiza y drogadicta,  pero que igual complace. No encuentro una explicación conceptual, pero una interpretación de sentimientos a chorros, dura de explicar, dura de entender, de compartir, yo no la conozco muy bien, solo de vista, de haber oído su nombre, parece un caso.

17agosto de madrugada, un alivio.











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